¿Neutralidad Científica-Tecnológica o Defensa del Capitalismo Cognitivo?

Nelevis Báez1

 

Las declaraciones del diputado Leomagno Flores ante la Asamblea Nacional, el 22 de enero de 2013, en la discusión sobre el Proyecto de Ley de Infogobierno: “(…) software libre es simplemente la dictadura de un sistema informático violando el principio básico de la neutralidad tecnológica (…)”; han generado algunas reflexiones, retomando en las últimas semanas dicha discusión, que buscan desmantelar tales afirmaciones. En este sentido, se evidencia un desconocimiento sobre el Software Libre y luego sobre el trasfondo del discurso referente a la Neutralidad Tecnológica.

Catalogar al Software Libre como “la dictadura de un sistema informático”, ciertamente es desconocer los principales fundamentos del Movimiento de Software Libre (MSL): La libertad y la colaboración. La libertad es una condición propia del software, el cual se considera sin restricciones de acceso, copia, mejora y distribución y, que se coarta a través de los “Derechos de explotación exclusiva” bien conocidos como “Derechos de Propiedad Intelectual”. La colaboración, por su parte, es esencial en el desarrollo del Software Libre ya que se requiere del trabajo en conjunto para la consecución de un fin común. Es decir, en el desarrollo del Software Libre, se privilegia la comunidad antes que el individuo. Por consiguiente, la privatización del software se convierte en la negación a la libertad del conocimiento y al desarrollo colaborativo e instaura la condición de competitividad, explotación y monopolio, negando a su vez la posibilidad de concebir al conocimiento como un bien de carácter público.

Ahora bien, en cuanto al reclamo de “violación” del Principio de la Neutralidad Científica-Tecnológica es importante comprender la naturaleza de dicho principio. En una primera instancia, se puede ver como en la guía para la incorporación al derecho interno de los Estados de la Ley Modelo sobre Comercio Electrónico de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI), mejor conocida por sus siglas en inglés UNCITRAL, se establece que: “(…) al incorporar a su derecho interno los procedimientos prescritos por la Ley Modelo para todo supuesto en el que las partes opten por emplear medios electrónicos de comunicación, un Estado estará creando un entorno legal neutro para todo medio técnicamente viable de comunicación comercial ” (Naciones Unidas, 1996: 17). La CNUDMI siendo el órgano jurídico de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que procura la armonización y unificación de los términos que regulan el comercio internacional, a través de la Ley “Modelo” sobre Comercio Electrónico, pretende, de llegar un país a adoptar dicha normativa, la no “discriminación” entre información presentada en físico e información electrónica y la no “discriminación” de las diversas técnicas que puedan utilizarse para comunicar o archivar electrónicamente información.

Esta reducción de las competencias del Estado, en cuanto a indicar el medio “idóneo” para la comunicación comercial, conlleva a que TODO ente de comunicación pueda actuar a nivel nacional aunque éste lleve a cabo prácticas que impliquen la privatización del conocimiento, obligando a los usuarios a pagar altos costos por la utilización de sus “innovaciones”. De allí que, monopolios establecidos por IBM y Microsoft Corporation, por ejemplo, pretendan aprovechar este incentivo a la libre actuación de la “mano invisible” del mercado en la contratación electrónica, para tener garantizada su participación en los mercados nacionales. No es de sorprender que Microsoft, en Venezuela, “(…) mantuvo un representante permanente en las Mesas Técnicas de discusión del Proyecto de la Ley referida al uso de las TIC por parte del Estado, antes de ser pasado a la Asamblea Nacional” (Briceño, s/f: 4).

La intenciones de limitar el accionar del Estado, es sólo el medio para hacer posible el funcionamiento del Capitalismo Cognitivo, entendido como: “(…) una nueva forma postindustrial de capitalismo (…) en el sentido de que la producción y el control del conocimiento se convierten en la apuesta principal de la valorización del capital” (Fumagalli, 2010: 85). Es decir, bajo esta nueva forma de capitalismo, el conocimiento (bien inmaterial) se convierte en un medio rentable para producir dinero desplazando a la mercancía (bien material) como único y principal medio para producirlo, como lo era en la época del Capitalismo Industrial Fordista. Dicha transformación en la valorización del capital, se evidencia en que la atención pasara: de la producción de bienes materiales a la producción de bienes inmateriales, del trabajo inmediato y cuantificable al conocimiento como fuerza productiva principal, de la utilización de máquinas industriales a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) y ascenso de la Internet, de la producción masiva en serie al auge de los flujos de información como “innovación” (indicador indispensable para agregar valor a lo producido), de las fabricas manufactureras a los laboratorios de investigación y centros de servicios, del trabajo especializado al trabajo independiente del espacio y tiempo, entre otros.

No sólo hubo un cambio en la organización de los procesos de trabajo y en las formas de creación de valor, sino así como también en los modos de acumulación, circulación y distribución del conocimiento. La clave está en otorgarle al conocimiento un valor de cambio, prohibiendo en primer lugar que otros productores accedan al mismo y luego limitando temporalmente su difusión a los usuarios. Es así como, se crea todo un sistema de mercantilización del conocimiento que se puede encontrar mejor descrito por Edgardo Lander en “La Ciencia Neoliberal”, donde el autor expone críticas al conocimiento científico, cuestionando la supuesta objetividad y neutralidad valorativa de la ciencia, y a la vez colocando en evidencia las condiciones ideológicas, políticas y económicas bajo las cuales se llevan a cabo los proyectos científicos. Todas estas críticas se centran en el modo de organización en que se encuentra la “sociedad del conocimiento”, que no es más que el desplazamiento de los modos de la sociedad capitalista teniendo como instrumento de producción y ganancia al conocimiento.

Para poder llevar a cabo dicha mercantilización, fue necesario realizar cambios jurídico-institucionales que constituyeran todo un marco normativo protector del nuevo paradigma científico-tecnológico mercantil a nivel internacional, a través del “Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio” (ADPIC) en 1994 (Organización Mundial del Comercio, Ronda Uruguay). El conocimiento, catalogado a través de estos aspectos como propiedad individual se convierte en un bien privado del cual se puede obtener plusvalía como de los bienes materiales, de allí la estrecha y creciente interrelación entre la investigación universitaria y la actividad empresarial, como en el sector agrícola y el farmacéutico (Ver Lander, 2007). Evidentemente, se puede connotar la influencia del factor político y económico en la toma de decisiones por parte de distintas industrias para seguir manteniendo el control y expansión de sus monopolios (E.j. Multinacional Monsanto, Microsoft Corporation, etc.), con lo cual queda desestimado cualquier llamado a la supuesta “neutralidad” científica y tecnológica.

Ante este panorama, nos preguntamos ¿De qué manera la ciencia y la tecnología pueden ser neutra si la “libre elección” es en realidad una falacia? Los defensores del principio alegan que los usuarios de tecnologías de información y comunicación tienen que tener la “libertad” de elegir entre distintos programas libres o privativos, para así respetar el “libre juego” entre la oferta y la demanda, en este caso, de bienes intangibles. Sin embargo, la lógica bajo la cual funcionan las empresas privativas de software, por ejemplo, pretende la dependencia del individuo a ciertos productos tecnológicos bajo la excusa de la “innovación”. En principio, se niega la apertura del código fuente del software a los desarrolladores y luego se procura el cambio continuo de productos generando necesidades de mercado, coartando cualquier clase de libertad a los usuarios.

La “Sociedad del Conocimiento”, adquiere entonces la obligación de generar nuevos descubrimientos o quizás buscar las estrategias de marketing para hacer ver ciertos productos como innovadores. Una vez que esto suceda patenta lo “creado” para que el producto adquiera ventaja competitiva en el mercado, es por ello que la “Propiedad Intelectual” promociona la escasez ficticia de conocimiento obligando a los usuarios al pago de regalías por “creaciones” que en muchos casos son recursos colectivos. De allí que, “(…) La innovación es más evidente en la cima de la sociedad que debajo, pero como esta innovación no es un proceso tecnológico/sociológico neutral y sin normas (‘modernización’, ‘racionalización’) sino la innovación del proceso capitalista, es a menudo experimentado por los plebeyos en la forma de explotación, o la apropiación de sus derechos de uso tradicionales, o la ruptura violenta de modelos valorados de trabajo y ocio (…)” (Lander, 2000: 22). Todo ello, es muestra de que abogar por la “neutralidad tecnológica” implica tratar de eliminar los frentes de batalla contra la privatización del conocimiento.

En definitiva, el paradigma contemporáneo de producir “Capital Intelectual” requiere del discurso del libre mercado para poder propagar los mecanismos de privatización del conocimiento. Se restringe la circulación del conocimiento a las masas por medio de las patentes y para esto se requiere de la excusa de la “neutralidad”, es decir, de la no intervención por parte del Estado para proteger a la población a través de la promoción de políticas como el incentivo al uso, desarrollo e investigación en Software Libre. El discurso de una ciencia y tecnología “neutra”, es un aliado de la privatización del Software y la defensa del Software Libre está destinada a proteger la socialización del conocimiento como un bien colectivo. Por ende, en todas las reflexiones otorgadas previamente se pueden encontrar ciertos indicios para comprender que: La verdadera dictadura se encuentra en los monopolios transnacionales de software, actores clave del “Capitalismo Cognitivo” actual, y en las pretensiones de otorgarles privilegios sobre la Administración Pública Nacional, atentando así contra una verdadera independencia científica-tecnológica en Venezuela.

Referencias:

Briceño, Y. (s/f). ¿Ser o no ser neutral? La balanza del Estado en el uso de las tecnologías. Ciudad Innovación, Venezuela. Disponible en: http://www.cptm.ula.ve/ciudadinnovacion/ediciones/edicion0/pdfs/especiales3.pdf

Decreto 3.390, publicado en Gaceta Oficial 38.095 de fecha 28 de Diciembre de 2004.

Fumagalli, A. (2010). Bioeconomía y el capitalismo cognitivo: Hacia un nuevo paradigma de acumulación. Disponible en: http://es.scribd.com/doc/44357447/Bioeconomia-y- Capitalismo- Cognitivo-Andrea-Fumagalli

Lander, E. (2000), ‘Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos’, en Lander, E.(comp) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, pp. 11-40. Buenos Aires: CLACSO-UNESCO. Disponible en: http://saberesdescoloniales.universidaddescolonial.org/wp- content/uploads/downloads/2012/Libros%20Completos/La%20colonialidad%20del %20saber.%20Eurocentrismo%20y%20ciencias%20sociales.pdf

________(2007), ‘La Ciencia Neoliberal’, en Lanz, R. (comp) Ni una sola ciencia, ni una sola técnica, pp. 41-85. Caracas: Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología.

Leomagno Flores: “El Software Libre es una dictadura” (28-01-13). Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=KI5rYjd12iI

Naciones Unidas. (1996), Ley Modelo sobre Comercio Electrónico de la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional. Disponible en: http://www.uncitral.org/pdf/spanish/texts/electcom/05-89453_S_Ebook.pdf

1  Analista de la Fundación Centro Nacional de Desarrollo e Investigación en Tecnologías Libres (CENDITEL). E-mail: nbaez@cenditel.gob.ve.