Chávez, motorizador del discurso salvaje

José J. Contreras1
10 de Noviembre de 2014.

Yo quiero decirles a ustedes que Mérida, su gentilicio, su historia, su cultura, sus estudiantes, sus soldados, mucho hicieron para impulsar ese camino rumbo a la rebelión, a la insurgencia cívico-militar revolucionaria del 4 de Febrero de 1992”.

Hugo Chávez Frías, hace 8 años…

El gentilicio merideño tiene esa peculiaridad de lograr hacer entraño, de vez en cuando, muy de vez en cuando, a pensadores de otros lares. Es cierto, es la Universidad, sí, es cierto, es la Universidad de Los Andes. Sí. Pero es que no ocurre lo mismo en Maracaibo y mucho menos en Caracas. Tanto LUZ como la UCV también atraen pensadores de diversas partes del mundo, pero no es que esos pensadores nutran y cultiven notablemente la cultura marabina o caraqueña. No. El gentilicio merideño, por su parte, tiene esa peculiar característica de hacer entraño, muy entraño, extrañablemente entraño a algunos pensadores de afuera. Ese es el caso del maestro José Manuel Briceño Guerrero.

Comandante-Hugo-Chávez-y-José-Manuel-Briceño-Guerrero

Más que presentar una tesis voy a presentar una hipótesis. Yo creo que el secreto de Chávez estuvo en su posibilidad de articular, de motorizar, de una manera tal que ha tenido pocos precedentes, el discurso salvaje del que nos habla el maestro. No es que no haya ocurrido en el pasado, claro que sí ha ocurrido. Pero salvo en muy contados casos, como el de Bolívar mismo, esta motorización logra articular toda la acción de tal modo que posibilite la producción cultural creadora. Chávez logró articular en su narrativa estos guiños, estas risas, estas dejos tan nuestros que nos definen decididamente.

En la medida de mis limitadas posibilidades voy a intentar resumir la idea principal del libro “El laberinto de los tres minotauros” del maestro Briceño Guerrero y el cual compila tres obras suyas cuyos títulos son “La identificación americana con la Europa segunda”, “Europa y América en el pensamiento mantuano” y el “Discurso salvaje”. El maestro nos habla de “tres grandes discursos de fondo [que] gobiernan el pensamiento americano.” Por una parte, se encuentra el discurso europeo segundo, que se estructura en el uso de la razón, particularmente de la razón que razona sobre la razón misma y que el maestro llama “razón segunda”, con sus resultados de ciencia y tecnología. Este discurso es el que se anima por la posibilidad del cambio social planificado y deliberado. Sus palabras claves han sido modernidad, progreso, desarrollo…

Por otra parte, encontramos el discurso cristiano-hispánico o discurso mantuano que es el heredado de la España imperial en su versión americana característica del sistema colonial. Este discurso afirma en lo espiritual la trascendencia del hombre, su comunicación con lo divino a través de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana en la ambigua lucha entre la transitoriedad terrenal y la salvación eterna. En lo material se manifiesta en un sistema social de nobleza heredada, jerarquía y privilegio que en América se manifestó en el blanqueamiento racial y el mestizaje.

Luego vemos que cuando escudriñamos en estos dos discursos nos encontramos que son uno solo. No es de extrañar, ellos son Europa. Parecieran enfrentarse, sí, y sí se enfrentan, como no, pero porque uno es una derivación del otro. El discurso mantuano se conforma en esa región creada a través de cuatro principios: el cristiano, el señorial, el imperial y el racional. No es que cada uno funciona aparte, sino que ellos se entrelazan de tal manera que aunque en algunos momentos se enfrentan, en general se nutren y fortalecen mutuamente. Por eso, el conquistador avasallaba cual señor feudal, mientras llevaba el cristianismo y el imperio español en el descubrimiento del Nuevo Mundo. Por eso, el fraile domínico cruzó montañas, selvas y océanos llevando la palabra a los nuevos confínes del planeta. Por eso, todo capitán se hacía acompañar de algún cronista que llevará el relato de lo acontecido para la historia. Por eso, junto a la Iglesia, venía el ayuntamiento y no pocas veces la universidad. El español que vino a América nos trajó lo que les era más propio, su cultura, su paideia, a sangre y fuego si era necesario, a costa de su propia vida si era menester ofrecerla.

El discurso de la Europa segunda que ha sido tan fuerte en estos últimos siglos no es más que una hipertrofia de los principios racional e imperial del discurso mantuano. Ciencia, por un lado, y Estado por el otro crecieron acallando -un poco, sólo un poco- a los principios señorial y cristiano. Eso es todo, son parte de lo mismo y del transcurrir y despliegue de un mismo discurso: el europeo.

Pero, vamos si este fuera solo el caso entonces seríamos europeos. Seríamos europeos en América. Seríamos occidentales… Y cuando decimos esto “es como si hablara más bien en imperativo: «seamos occidentales» con el subentendido «sería insoportable no serlo» montado sobre el fuertemente reprimido «¡horror, no lo somos!» de donde sale refuerzo para el imperativo «¡Seámoslo ya!». Que se vuelve indicativo supersticioso y mágico «somos occidentales»” (Briceño Guerrero, 1994; p, 215).

Entra aquí en juego ese otro discurso al que el maestro llama “el discurso salvaje”, “albacea de la herida producida en las culturas precolombinas de América por la derrota a manos de los conquistadores y en las culturas africanas por el pasivo traslado a América en esclavitud, albacea también de los resentimientos producidos en los pardos por la relegación a larguísimo plazo de sus anhelos de superación. Pero portador igualmente de la nostalgia por formas de vida no europeas no occidentales” (ídem, p. 8).

Hablar del discurso salvaje es traicionero. El maestro nos dice que lo mejor sería desplegarlo musicalmente. Hablar en el marco de un discurso, mucho peor, porque en todo caso debería dejarse a una poesía campesina que lo expresara. Pero aquí estamos, estamos en el marco de la celebración de un instituto de investigación y desarrollo, estamos en el marco de una institución creada por el Estado y que pese a todos los cambios acaecidos en el transcurrir de estos ocho años de existencia ha estado siempre circunscrita al ámbito de la ciencia y la tecnología. Estamos aquí, en el seno de la Europa Segunda hablando del discurso salvaje. Así que procedamos.

Dice el maestro que hay un cuádruple camino de expresión que sigue el discurso salvaje. Ese discurso que nos hace ser propiamente nosotros. Ese discurso que nos permite que cuando decimos América, nos referimos a nosotros mismos, a esos otros que ya no somos Europa. El primero es la rebeldía abierta, el segundo la sumisión, el tercero la astucia y la falsa asimilación y el cuarto la nostalgia y el retorno al país natal.

Creo que Chávez logró motorizar, de manera sin igual, estas cuatro aristas de ese camino que termina por definirnos tan decididamente. Intentaré mostrar uno que otro hito. Sin pretensiones de hacer una demostración, pero que creo que pueden dejar el asunto resonando por allí para futuras cavilaciones. La primera arista de ese camino, la de la rebeldía abierta, era una de las más notables en el discurso de Chávez. Dice el maestro “en tanto que «negro», «indio» y «zambo» he recurrido, durante toda la historia de América, al alzamiento, a la revuelta armada, al asalto, al enfrentamiento en campo abierto sin retaguardia y sin cautela” (ídem, p. 299). La rebeldía abierta es quizá la principal característica del discurso de Chávez. Se hace famoso precisamente aquel febrero rebelde en el que aparece ese zambo en televisión diciendo su encendedor “por ahora”. Es ese mismo Chávez el que nos dice acá mismo en Cenditel que Mérida hizo mucho en impulsar el camino hacia la rebelión del 4 de febrero. Sigue el maestro “he sido diezmado y derrotado… Pero ese camino está y estará siempre abierto” (ídem).

En el campo de la ciencia y la tecnología esta rebeldía se manifiesta marcadamente en la tercera arista del camino salvaje. Me refiero al de la astucia y falsa asimilación. Dominando la ciencia y la técnica podemos destruir las relaciones de dependencia que nos atan a Europa. Dominando la Ciencia y la Tecnología podemos desplegarnos como nosotros mismos. Nos hacemos científicos pero no para ser como ellos, no para hacer la ciencia de ellos, no para publicar en sus revistas del main streaming. Nos hacemos científicos para liberarnos, para ser nosotros mismos, para hacer nuestra propia ciencia, para construir nuestro propio conocimiento, un conocimiento libre de verdad verdad. Dice el maestro “en un mundo penetrado hasta los últimos rincones por Occidente nos encontramos, por una parte, con la afirmación de identidades culturales no occidentales, con el surgimiento de nuevas nacionalidades dispuestas a hacerse valer y respetar, con políticos y hombres de estado que osan pensar su circunstancia y osan concebir caminos propios para la solución de sus problemas, con pueblos que distinguen entre progreso tecnológico y baratija industrial, con sociedades que no cambian sus tradiciones por «libertad» entendida como libre comercio del relajo, la drogadicción y la pornografía” (ídem, Pp. 273, 274). Desde la ciencia estamos ampliando Occidente. Esto, dice el maestro, “es una forma de apropiación. La casa que conquisto es para vosotros también” (ídem, P. 302). Decía el comandante con ese aire de rebeldía:

Más bien nosotros tenemos cosas que ellos no tienen, sólo que muchos de esos países, a través del saqueo, se llevaron riquezas nuestras y secretos, conocimientos, el imperialismo, y luego nos negaron y nos han negado, la mayor parte de ellos, el desarrollo, ¿para qué?, para someternos, para tenernos en condiciones de dependencia y de esclavitud. Aquí hemos declarado la libertad, ¡Venezuela es libre y cada día sera más libre!, ¡La libertad!.” (Chávez Frías, 2006)

Para luego decir más adelante con aire astuto:

“En todas esas áreas hasta ahora Venezuela ha tenido 100% de dependencia. Ahora comenzaremos la escalada de la independencia hasta que seamos independientes científica y tecnológicamente…” (ídem).

¿Se trata esto de una asimilación? ¿se trata de ser como ellos?…

Vamos a inventar nuestro propio modelo, no se trata de copiar ninguno, de ninguna parte, de ninguna época, por eso les digo y les insisto trabajando y avanzando en todo el frente en lo social, en lo político, en lo económico, en lo científico y tecnológico” (ídem).

Se trata de ampliar las fronteras de Occidente…

La cuarta arista del camino salvaje menciona a la nostalgia, al retorno al país natal. Dice el maestro “Quiero volver a mis orígenes. Quiero volver, volver. Emprendo el retorno montado en canciones, cabalgando estudios científicos, a bordo de los ritos mágicos secretos que me legaron mis ancestros, manejando proyectos políticos. En la casa de mi padre el trabajo y el pan, aun cuando sean amargos son dulces porque son nuestros. Basta de exilio. Abandonemos el vientre metálico de estas ciudades ajenas. Partamos” (Briceño Guerrero, 1994, p. 302).

Decía el comandante:

“Si supieran ustedes que lo único que yo lamento este día de hoy es que, valga la redundancia pues, lamentablemente, desafortunadamente, hoy mismo tengo que irme de Mérida, porque estas montañas están llenas de recuerdos, estos valles floridos de muchos años, ustedes saben, que los llaneros del pie de monte siempre miramos hacia allá, miramos hacia acá pues, hacia estas montañas; yo recuerdo a mi abuela allá. ¡El oeste es hacia allá!, si claro, un poquito más allá de aquella curvita de montaña, hace casi medio siglo. Mi abuela me decía: ‘Huguito mire, ¡Allá se ve el Pico Bolívar!’. Y esas son tradiciones de los llaneros del pie de monte. En las tardes claras en comienzos de verano, se ve el Pico Bolívar desde allá. En este momento me voy a Sabaneta y me paró en el sitio exacto desde donde yo veía el Pico Bolívar cuando tenía ocho, nueve, diez años” (Chávez Frías, 2006).

Para luego reunir magistralmente, rebeldía, astucia, falsa asimilación y nostalgia:

El pueblo es sabio, aquí deben venir los campesinos a discutir con ustedes, no creamos que los investigadores somos una élite, los pensadores, no, ¡no!. La sabiduría del pueblo es fundamental para alimentar estos procesos si queremos hacer una revolución de verdad. La sabiduría popular no tiene límites” (ídem).

Pero nos falta una arista del camino, la más difícil de articular en discurso: la sumisión. Si hay algo ajeno al discurso de Chávez es la sumisión y, sin embargo, creo que el pueblo logró motorizar esta arista de maneras insospechadas. Dice el maestro que Hegel no logró percatarse de una variante armónica de la dialéctica amo y esclavo. “Los últimos doscientos años del mundo, marcados por ideologías y guerras de «liberación» han logrado ocultar que la relación amo-esclavo no es siempre y no es necesariamente una relación opresiva y oprobiosa. Se ha olvidado al buen amo y al buen esclavo”. Sigue el maestro más adelante “…el hombre que quiere conocer de verdad la realidad del mundo tiene que osar, aventurar su mirada más allá de los prejuicios del siglo. En la América precolombina, en África, en Asia, en la misma Europa hubo formas exitosas y satisfactorias de servidumbre, muy superiores como fórmula de convivencia a los gulags y a la relación patrón-obrero, llámese al patrón empresa privada o estado socialista” (Briceño Guerrero, 1994, Pp. 299 y 300).

Creo que el pueblo siguió a Chávez muchas veces en sumisión, en una sumisión que le permitía canalizar su rebeldía, su astucia, su quehacer cotidiano y su nostalgia hacia grados de libertad y creación pocas veces vista. El pueblo siguió a Chávez en la consecución de su misión. Pregunta el maestro “¿No es todo eso profundamente humano, conmovedor, hermoso?”…

¿Pareciese contradictorio todo lo que estamos diciendo? Sí, sí parece, pero no lo es. Lo es si nos quedamos pegados al discurso occidental, europeo segundo, de libertad individual, ahistórica, descontextualizada. No lo es, si lo que nos mueve es una noción de identidad popular, en la que queremos construir un “nosotros”, en la que queremos construir una “patria-matria”.

Pero el peligro nos asecha, se nos fue Chávez, se nos fue el motorizador… Se nos fue físicamente, cierto, sigue espiritualmente, quizá, pero lo cierto es que se nos fue. Dialoga el salvaje en la pluma del maestro:

Quiero el incendio ya. La revolución violenta. Sangre derramada. La destrucción de todo este orden de cosas. Abajo cadenas. Victoria o muerte.

Pero este deseo ardoroso me ha hecho víctima de una nueva forma de opresión y explotación que se suma cruelmente a las otras mientras promete suprimirlas: la lucha revolucionaria.

Para comprender el mecanismo de la trampa revolucionaria, veamos nuestra sociedad a vuelo de pájaro. Está constituida, primero, por los amos, los poderosos, los de arriba, los señores; llamémoslos blancos. Segundo, los que sin ser amos tienen una participación variable en los bienes de la sociedad, son capataces, administradores, maestros y profesores, pequeños comerciantes, policías, profesionales liberales; llamémoslos pardos; pueden ascender dentro de su categoría y algunos pueden superarla para engrosar el rango de los blancos. Tercero, nosotros, es decir «los indios y los negros», los de abajo y afuera.

Suele ocurrir que los blancos tengan entre ellos mismos peleas de señores. Entonces se sirven de nosotros; nos organizan política o militarmente con una ideología revolucionaria, con planes revolucionarios, con promesa de cambios radicales. Nos hacen combatir y cuando han logrado sus fines, cuando han arreglado sus cuentas de blancos, se deshacen de nosotros poco a poco mediante retardos, aplazamientos, intrigas, divisiones, recompensas parciales y a veces aún con la ayuda de sus adversarios reconciliados…

¿No te has fijado, hermano, que los dirigentes revolucionarios son blancos o pardos? Los caudillos negros o indios de las revoluciones han sido «cachicamo trabajando para lapa».

… Esas formas nuevas de injusticia y opresión las he visto en los ojos y en las palabras de los dirigentes más sinceros, más esforzados, más leales a la causa. Se sienten salvadores mesiánicos, avatares de la historia; creen conocer mis intereses, mis deseos y mis necesidades mejor que yo mismo; no me consultan ni me oyen; se han constituido por cuenta de ellos en representantes míos, en vanguardias de mi lucha; son tutelares y parternalistas; prefiguran ya el Olimpo futuro donde tomarán todas las decisiones para mi bienestar y mi progreso; las tomarán y me las impondrán en nombre mío, a sangre y fuego en nombre mío. Yo bajo la cabeza diciendo «Sí camarada, sí compañero, eso es lo que hay que hacer, tiene razón, viva». Les sigo la corriente para que no me peguen y para no desanimarlos; pueden producir esos momentos de relajo, de caos, cuando parpadea la vigilancia de los gendarmes, cuando tiemblan los cimientos del orden, cuando puedo descargar impune mi rencor, mi cólera reprimida, mi odio.” (Briceño Guerrero, 1994. Pp. 229-231).

Tenemos la innegable tarea de permitir, de abrir espacios, de sostener la armoniosa articulación del camino cuádruple del discurso salvaje. De no hacerlo, de creernos los salvadores mesiánicos, los avatares de la historia, los representantes del pueblo que no consultamos porque conocemos los intereses del pueblo mejor que el pueblo mismo entonces escucharemos una y otra vez “«Sí camarada, sí compañero, eso es lo que hay que hacer, tiene razón, viva»” hasta que en algún momento tiemblen los cimientos y el pueblo descargue impunemente el rencor, la cólera, el odio. ¿Sobre nosotros? ¿En qué lado del “nosotros” nos encontramos en este momento?.

Decía el salvaje en la pluma del maestro por allá por 1980:

El país natal está en el futuro. No tenemos patria, no hemos nacido todavía. El país natal es un deseo ardiente y un proyecto, no un recuerdo. Existimos en instancia, estamos buscando un llegadero. Radicalmente extranjeros, extranjeros en todos los mundos, hemos de engendrar nuestro mundo. ¿Cuál el vientre? ¿cuándo el parto? Todo es ajeno, nada nos pertenece. No somos herederos, pero somos y nos toca dar ser. Futurar. Futuremos el país natal. Mundemos. Ancestremos.” (Briceño Guerrero, 1994; Pp. 302-303).

Decía el comandante aquel 8 de diciembre después de cantar el himno del batallón de blindados:

Tuya Patria, la Patria ¡hoy tenemos Patria! Y pase lo que pase en cualquier circunstancia seguiremos teniendo Patria, Patria perpetua -dijo Borges- Patria para siempre, Patria para nuestros hijos, Patria para nuestras hijas, Patria, Patria, la Patria.” (Chávez Frías, 2012).

Está en nosotros la tarea encomendada por nuestro comandante de sostener, de mantener, de nutrir la “patria”; de ser, y estar con, “nosotros”.

Timonel: rompe la rosa de los vientos y el astrolabio y el timón. Retorno es torno, molino, remolino. Turno tierno. Rota hasta consumir el allá y el antes. Espiralízate, aspiralízate. Torna y retorna al país nadal, nidal, nodal, al país raíz. Maíz. Masa. Muele sus contornos. Tornea el país tornal, timonel”. (Briceño Guerrero, 1994. P. 303).

Referencias

Briceño Guerrero, J.M. (1994). El laberinto de los tres minotauros. Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. Caracas. 2da edición, 1997.

Chávez Frías, H.R. (2006). La Sociedad del Talento. Discurso Inaugural de Cenditel. link.

Chávez Frías, H.R. (2012).  Transcripción completa de las palabras del presidente Chávez en su última cadena nacional (08/12/12). link.

1 Investigador de CENDITEL. jcontreras@cenditel.gob.ve